INGREDIENTES:
6 huevos enteros
6 tazas de las de café de leche
6 cucharadas de azúcar
PROCEDIMIENTO:
A veces la fiambrera suplía a la escasez de moldes, nada de moldes de silicona, ni siquiera aquellos moldes lobulados, la "fiambrera obrera" hacía las veces de maravillosa flanera...
Con lentos movimientos, asegurando los pasos, extraía de la cesta aquellos huevos de corral, uno a uno, previo choque con el ala del plato, hacía salir aquellos fluidos blancos y anaranjados, con la misma parsimonia que tenía la tarde acomodada en el balcón...
Una taza de café de vieja porcelana, era la medida para la leche, que con una suave inclinación vertía de la lechera de aluminio, una taza por cada huevo... mientras, la tarde con su lentitud invernal, intentaba asomarse a la cocina...
La cuchara de alpaca labrada, hacía las veces de dosificador milimétrico, con la lentitud de movimientos de un perezoso Koala, añadía una cucharada por huevo... mientras contaba, y batía todo el conjunto con el más frugal gasto energético, la tarde golpeaba a la puerta...
Tomó con cuidado mimo, la fiambrera, y despositó dos cucharadas de azúcar en su fondo, añadió unas gotas de agua, dejó la fiambrera encima de la "cocina económica"...al rato el azúcar se convirtió en un fragante caramelo...la tarde se puso nerviosa.
El calor de la cocina económica y del hogar de leña inundaban toda la cocina, el horno estaba preparado, sólo restaba verter en la fiambrera, sobre el caramelo, aquella mezcla, acomodarla en un recipiente con tres dedos de agua, taparla y al horno, ella entre dientes rezaba una ave María, era muy aconsejable cuando se sumergía un flan en ese baño... el horno "de la económica" no tenía termómetro, pero no hacía falta, con precisión Suiza a los 45 minutos, pinchaba con una aguja de hacer calceta, si salía seca, el flan estaba en su punto... la tarde se ponía cada vez más nerviosa y hacía todo lo posible por invadir la cocina, donde maravillosos efluvios dulces, pululaban en el ambiente...
Una vez dejado enfriar, dentro de la fiambrera, darle la vuelta con un plato era fácil...los néctares dulces del caramelo se esparcían por todo el plato...sólo quedaba cortar hermosos triángulos y compartirlos... aquella tarde de invierno se acomodó junto a nosotros en la mesa camilla, alrededor del brasero...
Guau... esto si que es una receta rescatada de la memoria colectiva de este pais... mi padre me cuenta que mi abuela también usaba para hornear las latas de sardinas o bonito grandes, en ellas incluso hacía pan... !vaya tiempos! El ingenio ayudaba a cocinar cosas ricas con muy poco. Un saludo
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