Seguramente habrás oido hablar de Muriel Barbery por el libro de La elegancia del Erizo, o incluso por la película del mismo título, estrenada no hace mucho, sin embargo la novela que nos ocupa y de la que te quiero hablar es anterior a la citada, rapsodia gourmet (2000, Seix Barral), es su primera novela, ya en esta novela aparece su famoso personaje la portera Renée y también se desarrolla en el célebre edificio del número 7 de la calle Grenelle.
Rapsodia gourmet es una novela que se lee rápido, amena, es, como dice el Suntimes de Chicago, Una celebración de los sabores...Intenta leerlo sin que se te haga la boca agua.
En el corazón de París, Pierre Arthens, el crítico gastronómico más célebre del mundo está a punto de morir.Admirado por unos y odiado por otros, lleva años decidiendo sobre el destino de los chefs más prestigiosos. En sus últimas horas de su vida busca desesperadamente UN SABOR ÚNICO, EL SABOR QUE UN DÍA LE HIZO FELIZ.
Es un paseo por los entresijos de la memoria gustativa, rememora todo tipo de delicias culinarias, en suma celebra los placeres sencillos de la vida.
La capacidad descriptiva de las sensaciones gustativas de los platos, permiten casi olerlos, casi tocarlos, casi sentirlos, aquí tienes un ejemplo en unas crudités con mahonesa:
La dureza de la hortaliza se insinúa en la untuosidad de la crema; no hay, como en tantas preparaciones, química alguna mediante la cual uno de los alimentos pierde algo de su naturaleza para adoptar la del otro, y, como el pan y la mantequilla pasan a ser en la ósmosis una nueva y maravillosa sustancia. Aquí la mayonesa y las hortalizas permanecen perennes, idénticas a si mismas, pero, como en el acto carnal, conservan un deseo irrefrenable de estar juntas. En cuanto a la carne, adquiere no obstante una ventaja adicional: y es que sus tejidos son friables, se separan bajo la embestida de los dientes y se llenan del condimento, de tal manera que lo que masticamos, sin falso pudor, es un núcleo de firmeza salpicado de suavidad aterciopelada. A ello viene a añadirse la delicadeza de un sabor estable, pues la mayonesa no ofrece ningún regusto picante ni ácido y, como el agua, sorprende a la boca con su neutralidad afable; después tenemos los matices deliciosos del carrusel vegetal: picante insolente del rábano y de la col, saborcillo dulce y acuoso del tomate, acidez discreta del brécol, generosidad en boca de la zanahoria, anís crujiente del apio...qué exquisitez.
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Después de leer esto no sé que es más difícil, si cocinar el plato perfecto o escribir el plato perfecto...
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