Hay cosas que de pronto parecen una orden.
Abrir una ventana por ejemplo.
Obediente la luz, sabe buscarte
como el amanecer a los tejados,
y vivo en ti, subiendo
a la altura más nuestra del minuto siguiente,
donde la paz del solitario llega
en brazos de la buena compañía.
Es una habitación con vistas a tu cuerpo.
Hay cosas que son lentas y parecen perdidas.
Abrir una ventana sin tus ojos.
Cuando no estás, las sombras
vuelan como un insecto cada vez más oscuro,
y no resiste el aire su demencia.
Yo dejo que se vayan, que confundan
sus alas con las manos del mendigo
que pide en los suburbios de un recuerdo.
Es una habitación con vistas al cansancio.
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