Dicen que el pasado, se recuerda por los olores, deben de quedar, guardados en el inmenso disco duro de las neuronas, pero parece ser, que los olores son indestructibles por el tiempo y permanecen indemnes en la memoria, yo tengo, dos olores grabados en alguna neurona perdida: uno, es el polvo de carbón en el aire y otro el olor a pan recién hecho, del primero está claro, yo nací, en un pueblo minero y el otro, se remonta a los primeros años, después, vino ya el pan industrializado y sólo recuerdo, cuando iba a comprarlo con una bolsa de tela de cuadritos blancos y rojos, que se cerraba, tirando de una cuerda y que quedaba el pan dentro, bueno ya era la barra de pan, que parecía un estatus un poco superior al pan de pueblo.
Pero de los primeros años de mi vida recuerdo ese olor a pan y a magdalenas recién hechas, recuerdo un horno, con los montones de romeros y leña en la puerta, una mesa de madera enharinada, donde trabajaban la masa, una pala de madera donde sacaban unos panes tostados y calientes y un olor en el aire a pan tostado maravilloso, y aquel calor que desprendía, que en invierno era aún más agradable. Recuerdo aquella "artesa" protegida por una manta que llamaban " el masero" y una mezcla maleable que me gustaba tocar con las manos y no me dejaban, ¡ tu a rellenar magdalenas ! y me daban una cuchara para poco a poco llenar aquellos papelitos estriados a modo de recipiente, ¡ no los llenes demasiado, que luego crece la masa !... yo seguía subido en una silla, porque no llegaba a la mesa, con la cuchara en la mano, un pantalón corto, con el tirante cruzado, las rodillas nada limpias, y de vez en cuando me llevaba a la boca, aquella masa de magdalenas mucho más fluida que la del pan.
Ellas, seguían con sus largas faldas negras, trabajando aquella masa, en la mesa enharinada... yo las miraba, desde el pedestal de mi silla, cuchara en mano...rellenando magdalenas, mientras, la pala de madera, en un continuo ir y venir, no cesaba de sacar tostados panes del horno... yo aspiraba el aire, al mismo tiempo que cerraba los ojos... aromas primarios de la infancia: tostados, enharinados, lácticos... la cata del recuerdo.
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