Cuando inclino la copa de vino sobre el blanco mantel, y observo los tonos morados y violetas de estas garnachas, que han vivido casi 100 inviernos, como si de un viaje singular en el túnel del tiempo se tratara, transportado por los indomables corceles de la memoria hasta el rincón donde dormita el tiempo, y allí, sin más prisas, que el discurrir de una lenta tarde del otoño de septiembre, me veo y me reconozco, tenuemente, eso sí, con ese vaho, que sólo el paso del tiempo sabe dibujar y difuminar sobre los recuerdos, como el mejor pintor, hasta convertirlos en recuerdos de color sepia, como aquellas viejas fotografías, en que uno aparecía montado en un caballito de madera, o con el mapa de España a las espaldas.
En esa copa de tonos morados y violetas, con los rayos de luz rotos, se refleja aquella vieja prensa de madera, y tres o cuatro hombres, haciendo una fuerza desmesurada, entre jadeos de fatiga y risas cómplices, yo miraba, atónito, de pie, con pantalones cortos, las rodillas descuidadas y un gran racimo de garnacha sangrante en la mano que devoraba a dentelladas, mientras por la comisura de los labios se resbalaba aquel néctar maravilloso hasta depositarse en mi camisa, junto a las incontables manchas, que ya allí residían, desde tiempos pretéritos.
¿Te gusta? - me decía aquel hombre de boina calada y chaqueta de pana.
¿ Ves como "mea" la prensa?... y yo observaba como aquel líquido morado y violeta, no cesaba de fluir de aquella máquina, a la que estaban agarrados, cual apéndices, aquellos hombres.
De vez en cuando paraban, sacaban del bolsillo un pañuelo y se secaban la frente, el hombre de boina calada y chaqueta de pana, cogía entre sus manos un casco de miliciano, se acercaba al "trujal" y cogía un poco de aquel líquido morado con tonos violeta, se lo llevaba a la boca y lo pasaba para que lo probasen todos.
-Este año va subido de grados...¡dulce como la miel!...¡toma, prueba!, y pasándome la mano por el rebelde flequillo, aquel hombre de boina calada y traje de pana, me acercaba aquel casco de miliciano con aquel líquido morado con tonos violetas, yo bebía y sonreía...con la cabeza casi metida en aquel enorme casco de miliciano, haciendo las veces de un gran vaso gigante.
Aquel hombre de boina calada y chaqueta de pana era mi abuelo...
.....
Los incontrolables vericuetos del destino, hicieron que profesionalmente aplicará la "fría e insensible" tecnología en el control de fermentación del vino, y que poco a poco aprendiera a distinguir aromas, a observar una copa de vino e intentar adivinar lo que ha sucedido hasta llegar a transmitir esas sensaciones... pero yo lo que realmente quería era hacer vino...podar , vendimiar, estrujar, prensar, embotellar y colocar las etiquetas en las botellas, a mano, con sumo cuidado, para que quedasen rectas... así que siguiendo aquel proverbio de que: quien tiene una viña , tiene un tesoro...me pertreché del "kit para hacer vino de la señorita Pepis" ...y el resultado son unos cientos de botellas de esa maravillosa garnacha de Aragón, fruto de la mas artesana de las elaboraciones.
Ahora, cuando inclino la copa de vino sobre el blanco mantel, y observo los tonos morados y violetas de estas garnachas, que han vivido casi 100 inviernos, como si de un viaje singular en el túnel del tiempo se tratara... veo a aquel hombre de boina calada y chaqueta de pana...
“Participante en el I Premio Vinos y Blogs del III Concurso de Vinos del Noroeste”.
“Participante en el I Premio Vinos y Blogs del III Concurso de Vinos del Noroeste”.
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